Hablando de Resiliencia
Es más simple ver las debilidades de las personas ante eventos altamente traumáticos o estresantes que sin embargo, desde modelos más optimistas, se podría ver una persona activa y fuerte, con una capacidad inherente de resistir y rehacerse a pesar de los infortunios que se le puedan presentar (refiriéndome a todas las piedras del camino). Es importante diferenciar el concepto de resiliencia del concepto de recuperación (Bonanno, 2004), ya que representan trayectorias temporales distintas; Desde este sentido, la recuperación implica un retorno gradual hacia la normalidad funcional, mientras que la resiliencia refleja la habilidad de mantener un equilibrio estable durante todo el proceso.
Origen del concepto
El fundamento del paradigma de la resiliencia es una perspectiva drásticamente nueva que está emergiendo de los campos de la psiquiatría, la psicología y la sociología sobre como niños y adultos se sobreponen al estrés, el trauma y el riesgo en sus vidas. Estudios en estos campos pone en tela de juicio la idea de que el estrés y el riesgo inevitablemente condenan a la gente a contraer psicopatologías o a perpetuar ciclos de pobreza, abuso, fracaso escolar o violencia entre otras.
De estos estudios ha surgido el concepto de resiliencia. La disposición a emprender acciones para abordar, comprender y reforzar el desarrollo de la resiliencia está surgiendo no sólo entre los científicos sociales sino también entre los docentes que comienzan a percibir la necesidad de que las escuelas sean instituciones que fomenten la resiliencia para aquellos que trabajan y estudian en ellas. Los estudios de la resiliencia, de hecho, corroboran lo que los docentes hace tiempo suponían y esperaban: que más que ninguna otra institución, salvo la familia, la escuela puede brindar el ambiente y las condiciones que promuevan la resiliencia en los jóvenes de hoy y los adultos del mañana.
¿Qué lo hace a uno resiliente?
Las investigaciones se han centrado en delimitar qué características de personalidad facilitan o impiden un desarrollo o un cambio positivo a rai�z de experiencias traumáticas. Optimismo, esperanza, creencias religiosas y extraversión son algunas de las características más frecuentes que aparecen en los estudios. Calhoun y Tedeschi (1999; 2000), dos de los autores que más han aportado a este concepto, dividen en tres categorías el crecimiento postraumático que pueden experimentar las personas:
- Cambios en uno mismo: sentimiento común en muchas personas que afrontan una situación traumática el aumento de la confianza en las propias capacidades para enfrentar adversidades que puedan ocurrir. Al lograr hacer frente a un suceso traumático se siente la capacidad de enfrentarse a cualquier otra cosa.
- Cambios en las relaciones interpersonales: muchas personas ven fortalecidas sus relaciones con otras a raiz de la vivencia de una experiencia traumática. Muchas familias y parejas enfrentadas a situaciones adversas dicen sentirse más unidas que antes del suceso. Por otro lado, el haber hecho frente a una experiencia traumáica despierta en las personas sentimientos de compasión y empatía hacia el sufrimiento de otras personas y promueve conductas de ayuda.
- Cambios en la espiritualidad y en la filosofía de vida: las experiencias traumáticas tienden a sacudir de forma radical las concepciones e ideas sobre las que se construye la forma de ver el mundo (Janoff-Bulman, 1992). Es el tipo de cambio más frecuente. Cuando un individuo pasa por una experiencia traumática cambia su escala de valores y suele apreciar el valor de cosas que antes obviaba o daba por supuestas.
Otro enfoque nos propone seis pasos: partiendo de la base que estos se desarrollen desde la infancia lo que incluye a colegios, familias y círculos sociales cercanos.
- Enriquecer los vínculos: fortalecer las conexiones entre los individuos y cualquier persona o actividad prosocial, y se basa en pruebas indicativas de que los niños con fuertes vínculos positivos incurren mucho menos en conductas de riesgo que los que carecen de ellos.
- Fijar límites claros y firmes. Elaborar procedimientos escolares coherentes que respondan a la importancia de explicitar las expectativas de conducta existentes. Estas expectativas deben incluir la de encarar las conductas de riesgo para los alumnos para que puedan ser expresadas por escrito y transmitidas con claridad.
- Enseñar habilidades para la vida. Las que incluyen: cooperación; resolución de conflictos; estrategias de asertividad; destrezas comunicacionales; habIlidad para resolver problemas y adoptar decisiones, y un manejo sano del estrés (Botvin y Botvin, 1992). También son importantes para crear un medio que procure el aprendizaje de los alumnos y para ayudar a los adultos a participar de interacciones eficaces dentro de la escuela.
- Brindar afecto y apoyo. Proporcionar respaldo y aliento incondicionales. Por ser el más crucial de todos los elementos que promueven la resiliencia. Parece casi imposible “superar” la adversidad sin la presencia de afecto.
- Establecer y transmitir expectativas elevadas. Este paso aparece con reiteración tanto en la bibliografía sobre la resiliencia como en las investigaciones del éxito académico. Es importante que las expectativas sean a la vez elevadas y realistas a efectos de que obren como motivadores eficaces, pues lo que habitualmente ocurre es que muchos escolares, sobre todo los que cargan con uno o más de los incontables rótulos aplicados en las escuelas, (el famoso Síndrome de Déficit Atencional) son objeto de expectativas poco realistas y asumen bajas expectativas para ellos mismos, siendo en algunos casos estigmatizados.
- Brindar oportunidades de participación significativa. Significa otorgar a los alumnos, a sus familias y al personal escolar una alta cuota de responsabilidad por lo que ocurre en la escuela, dándoles oportunidades de resolver problemas, tomar decisiones, planificar, fijar metas y ayudar a otros.
Resumiendo:
La resiliencia es una característica crucial para el éxito de las personas. Todos tenemos algunas caracteríticas resilientes, aunque éstas a menudo pasan inadvertidas, y es posible desarrollar más resiliencia. El desarrollo de resiliencia se ve facilitado cuando todos los actores cercanos a la persona en cuestión tienen claro como poder desenvolverse en situaciones difíciles. Si a esto le sumamos la labor del psicólogo donde este debe servir para reorientar a las personas a encontrar la manera de aprender de la experiencia traumática y progresar a partir de ella, teniendo en cuenta la fuerza, la virtud y la capacidad de crecimiento de las personas.
Fuente: InfoPsicólogO
La Resiliencia
¿Por qué algunos se adaptan y también crecen en la adversidad?
Por: Facundo Manes
Fuente: Director de INECO y del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro
Experiencias estresantes desafiantes, pero no abrumadoras, promoverían el desarrollo de la regulación de la capacidad de resiliencia. Cierta exposición a niveles tolerables de estrés en la infancia produciría cambios cerebrales que influirían la respuesta inicial a eventos traumáticos posteriores.
El funcionamiento adaptativo de los circuitos cerebrales del miedo, recompensa, regulación emocional y comportamiento social serían la base de la capacidad para enfrentar temores, experimentar emociones positivas, buscar maneras positivas de replantear acontecimientos estresantes y beneficiarse del apoyo de amistades.
Algunos traumas infantiles se asocian con cambios hormonales y de neurotransmisores que aumentarían la vulnerabilidad a trastornos psiquiátricos en la edad adulta. Estudios realizados en animales demostraron que la separación materna prolongada en la vida temprana tiene efectos adversos duraderos sobre la respuesta al estrés.
Otros estudios, en niños adoptados en orfanatos institucionales en Rumania, ilustran la capacidad de los sistemas de adaptación para resistir o recuperarse de perturbaciones. Por medio de investigaciones con roedores se mostró que un entorno enriquecido durante el desarrollo hace a los animales menos vulnerables al estrés más tarde en la vida y revierten conductas inducidas por la separación materna prolongada. Una estrecha relación con adultos responsables, competencia social, ayuda social y capacidad de autorregulación serían protectores durante el desarrollo.
Reinterpretar el significado de los estímulos negativos, con la consecuente reducción en las respuestas emocionales, se denomina reevaluación (cambiar la manera en que sentimos, cambiando la manera en que pensamos). Los individuos resilientes son mejores en esta reevaluación y la utilizan más.
La cooperación mutua activa circuitos de recompensa del cerebro. Un sentido de propósito y un marco interno de creencias acerca de lo correcto e incorrecto son características de las personas resilientes. Las creencias religiosas y las prácticas espirituales podrían facilitar la recuperación y la búsqueda de sentido después de un trauma.
Sin duda, el optimismo y las emociones positivas contribuyen a respuestas cognitivas saludables. Ese "sesgo optimista" evidencia el esfuerzo humano por mantener una visión controlable de su entorno, que falla en la depresión. En esa situación, los mecanismos cerebrales que regulan nuestro estado emocional se vuelven en contra del sistema, y en lugar de actuar como un filtro de nuestra experiencia, funcionan como un testigo cruel y despiadado de las inclemencias externas y de nuestras limitaciones para enfrentarlas.
Ciertas formas de psicoterapia pueden mejorar atributos psicológicos asociados con la resiliencia y las intervenciones tempranas en el desarrollo tienden a maximizar la resistencia al estrés. Una mayor comprensión de los circuitos neurales que subyacen a la resiliencia podría eventualmente brindar nuevas modalidades de intervención.
Fuente: Clarin.com