La miel que procede de Suramérica puede contener transpolen de Monsanto. Por Manuel Núñez y Claudina Navarro
La ingeniería genética se extiende por todas las actividades humanas, desde la agricultura a la medicina. Ahora ha llegado de pleno a las mieles. Los análisis demuestran que la mitad de los tarros que se encuentran en los supermercados contiene polen transgénico. La miel contaminada procede principalmente de Argentina y se envasa en Europa. El polen del maíz MON 810 y el de la soja Roundup Ready, ambos productos patentados por la empresa Monsanto, son inventos transgénicos que, transformados, se hallan en la miel y, por supuesto, sin que en la etiqueta aparezca ninguna advertencia. Esto ocurre tristemente con un producto que es emblema de la pureza y la alimentación natural.
El polen, recolectado por la abejas y convertido en dulce manjar a través de la acción de las enzimas digestivas del insecto, madura en la siempre activa colmena. Sin embargo, la apicultura industrial ha complicado las cosas al utilizar, a menudo más allá de lo razonable, plaguicidas, antibióticos y medicamentos de los que se hallan restos en la miel.
Además, se manipula el producto de manera agresiva, lo que destruye o altera parte de sus elementos constituyentes. Una gran parte de sus principios activos son sensibles a los incrementos de temperatura y al influjo de la luz, por lo que la miel debe ser manipulada con gran cuidado. Existen tests que valoran la calidad del producto final. Se mide, por ejemplo, la proporción de hidroximetilfurfural, un compuesto que se genera por la degradación de los azúcares cuando se someten al calor y durante el almacenaje. Un segundo indicador es la actividad de una enzima de la abeja llamada invertasa, que indica si la miel ha sido expuesta a aumentos de temperatura, así como el grado de maduración.
Descubrir la calidad
Una de cada cinco mieles convencionales no cumple los niveles mínimos de calidad en cuanto a las proporciones de hidroximetilfurfural, invertasa y agua. Las peores no son siempre las más baratas ni las menos conocidas.
Como norma, se puede pensar que la miel producida en España o Europa, la de comercio justo y la ecológica no contienen transgénicos, aunque no es algo que se pueda garantizar absolutamente, pues depende de si en las cercanías de la colmena hay cultivos transgénicos o no.
Los análisis indican que ni siquiera nos podemos fiar de las declaraciones que hacen los fabricantes en la etiqueta. Por ejemplo, pueden asegurar que centrifugan la miel en frío cuando, en realidad, se calentó. Asimismo, se vende como miel de milflores cuando la verdad es que las abejas han tomado el polen de cultivos de oleaginosas y el resultado es un producto de sabor desagradable.
Elegir una miel
Es importante conocer el origen
Para evitar la transgenia, hay que elegir la miel de productores artesanos o ecológicos locales, cuyo entorno nos sea conocido y esté libre de cultivos sospechosos.
Si observamos que la miel está cristalizada, es una garantía de que no ha sufrido tratamientos inconvenientes. En cambio, la miel que no cristaliza puede haber sido pasterizada, es decir, calentada por encima de los 80 ºC, lo que destruye enzimas, ácidos orgánicos y sustancias antioxidantes donde residen las propiedades salutíferas de la miel.
Para licuar la miel cristalizada en casa, se calienta al baño maría y a no más de 40 ºC.
Para preservar su calidad se almacena en un lugar fresco, oscuro y seco.
Fuente: Revista Integral
ENLACES de INTERÉS:
La ingeniería genética se extiende por todas las actividades humanas, desde la agricultura a la medicina. Ahora ha llegado de pleno a las mieles. Los análisis demuestran que la mitad de los tarros que se encuentran en los supermercados contiene polen transgénico. La miel contaminada procede principalmente de Argentina y se envasa en Europa. El polen del maíz MON 810 y el de la soja Roundup Ready, ambos productos patentados por la empresa Monsanto, son inventos transgénicos que, transformados, se hallan en la miel y, por supuesto, sin que en la etiqueta aparezca ninguna advertencia. Esto ocurre tristemente con un producto que es emblema de la pureza y la alimentación natural.
El polen, recolectado por la abejas y convertido en dulce manjar a través de la acción de las enzimas digestivas del insecto, madura en la siempre activa colmena. Sin embargo, la apicultura industrial ha complicado las cosas al utilizar, a menudo más allá de lo razonable, plaguicidas, antibióticos y medicamentos de los que se hallan restos en la miel.
Además, se manipula el producto de manera agresiva, lo que destruye o altera parte de sus elementos constituyentes. Una gran parte de sus principios activos son sensibles a los incrementos de temperatura y al influjo de la luz, por lo que la miel debe ser manipulada con gran cuidado. Existen tests que valoran la calidad del producto final. Se mide, por ejemplo, la proporción de hidroximetilfurfural, un compuesto que se genera por la degradación de los azúcares cuando se someten al calor y durante el almacenaje. Un segundo indicador es la actividad de una enzima de la abeja llamada invertasa, que indica si la miel ha sido expuesta a aumentos de temperatura, así como el grado de maduración.
Descubrir la calidad
Una de cada cinco mieles convencionales no cumple los niveles mínimos de calidad en cuanto a las proporciones de hidroximetilfurfural, invertasa y agua. Las peores no son siempre las más baratas ni las menos conocidas.
Como norma, se puede pensar que la miel producida en España o Europa, la de comercio justo y la ecológica no contienen transgénicos, aunque no es algo que se pueda garantizar absolutamente, pues depende de si en las cercanías de la colmena hay cultivos transgénicos o no.
Los análisis indican que ni siquiera nos podemos fiar de las declaraciones que hacen los fabricantes en la etiqueta. Por ejemplo, pueden asegurar que centrifugan la miel en frío cuando, en realidad, se calentó. Asimismo, se vende como miel de milflores cuando la verdad es que las abejas han tomado el polen de cultivos de oleaginosas y el resultado es un producto de sabor desagradable.
Elegir una miel
Es importante conocer el origen
Para evitar la transgenia, hay que elegir la miel de productores artesanos o ecológicos locales, cuyo entorno nos sea conocido y esté libre de cultivos sospechosos.
Si observamos que la miel está cristalizada, es una garantía de que no ha sufrido tratamientos inconvenientes. En cambio, la miel que no cristaliza puede haber sido pasterizada, es decir, calentada por encima de los 80 ºC, lo que destruye enzimas, ácidos orgánicos y sustancias antioxidantes donde residen las propiedades salutíferas de la miel.
Para licuar la miel cristalizada en casa, se calienta al baño maría y a no más de 40 ºC.
Para preservar su calidad se almacena en un lugar fresco, oscuro y seco.
Fuente: Revista Integral
ENLACES de INTERÉS:
- Guía Roja y Verde de Alimentos Transgénicos
- El maíz transgénico enfrenta a la Comisión Europea y a varios estados de la UE. El mundo según Monsanto (Documental 2008)
- El ministerio de Medio Ambiente reconoce, por primera vez, la existencia de afectados por transgénicos en España
- Amigos de la Tierra y Greenpeace demuestran que el Maíz Mon 810 debe ser prohibido por sus riesgos para la salud y el medio ambiente