La compañía española iUnika, dedicada a la fabricación y distribución de hardware y software, comercializa desde este mes en todo el mundo un miniordenador portátil y ecológico por tan sólo 130 euros. El equipo, que puede llevar la informática a las más recónditas y pobres regiones de la Tierra, pesa apenas 700 gramos y su carcasa está fabricada con un bioplástico natural. Además, apuesta por el software libre, ya que incorpora un sistema GNU/Linux con más de 5.000 programas gratuitos. La gama incluye cuatro modelos, de los cuales, el iUnika Solar, que incrementa su precio en unos 30 euros, permite apoyar la carga del ordenador con una fuente energética renovable como la solar fotovoltaica, aumentando de esta forma la autonomía del equipo más allá de las cuatro horas.
Los creadores de este ‘ultraportátil’ ecoeficiente, Ángel Blázquez y Pablo Machón, defienden “la democratización de la informática portátil a través de precios accesibles a cualquier bolsillo y el desarrollo de productos con conciencia social y medioambiental”. Como explica Blázquez, director de iUnika, “el respeto al medio ambiente se garantiza mediante el empleo de energías renovables y materiales biodegradables. La carga del ordenador se apoya con placas solares, que prolongan la duración de la batería y permiten un funcionamiento autónomo, y la carcasa está fabricada con bioplástico, un material que no aumenta el nivel de CO2 en la atmósfera”.
En esta misma línea de informática verde, el gigante nipón Toshiba ha anunciado que este mismo año eliminará en la fabricación de sus productos 15 sustancias consideradas peligrosas por su toxicidad o por su persistencia en el medio ambiente, entre ellas, el PVC y los retardantes de llama brominados, más conocidos como BFR. Toshiba se ha comprometido a eliminar ambos componentes químicos de las carcasas externas y del moldeado de plástico. En el primer caso, “para reducir la amenaza que presentan las dioxinas que se generan como producto secundario en la fabricación de PVC”, aunque el policloruro de vinilo es, además, un potente contaminante estrogénico y un elemento tóxico para el cerebro.
En cuanto a los BFR, son productos químicos que se utilizan habitualmente en placas de circuitos impresos, en componentes como los conectores o las cubiertas de plástico y en cables, siempre con el fin de reducir la combustibilidad del aparato. Sin embargo, los BFR son considerados tóxicos para el cerebro, por ejemplo, al incinerar sus desechos, y por ese motivo está siendo cada vez más restringido su uso.
Fuente: www.larevistaintegral.com