Algunas veces nos ponemos delante de alguien con el que tenemos un lazo afectivo y en nuestra interacción de repente nos sentimos heridos, pensando, más bien creyendo, que es el otro quien origino nuestro malestar. Y analizamos lo que nos dijo, cada una de las palabras que consideramos hirientes y le damos más fuerza a ese dolor que creímos que nos causó por su actitud y palabras. Y sin embargo, cuando cogemos la honestidad con nosotros mismos, mirando el dolor que vivimos, mirando la herida que se abrió dentro de nosotros que creíamos sanada, nos damos cuenta, que el otro solo fue el maestro y aliado que nos mostró y conectó con nuestras propias heridas que un día creímos que se cicatrizaron.
Y en un simple instante que nos reencontramos con nosotros, cara a cara, corazón a corazón, alma a alma, herida frente herida, descubrimos que brota de nuestro interior la primera lágrima que denota un dolor antiguo que realmente nunca sano, tan solo fue ocultado por la necesidad de “sentirnos” mejor con lo que estábamos viviendo. Y cuando rebrota una lágrima más nos damos cuenta que tan solo fue un intento de dejar de mirar, que nos sentimos inferiores, maltratados, repudiados y quizás poco reconocidos por el otro.
Cuando nos dejamos inundar por esas lágrimas que comienzan a brotar sin ninguna intención de reprimir los sentimientos y emociones que salen a la luz, debemos acogernos con el máximo de los amores que hayamos hecho por nadie, si eso es, que hayamos hecho por nadie, pues nos hemos pasado la vida intentando con esperanza que el otro nos querrá tal y como somos, y en el fondo aparece que la necesidad mayor es que nosotros mismos seamos y nos creamos merecedores de nuestro propio amor. Si, de ese amor que brindamos a los demás con la intención de que sea multiplicado hacia nosotros por parte del otro con mayor fortaleza.
¿Qué nos hizo realmente el otro para que tocáramos las profundidades de nuestra alma?. Es posible que realmente no nos haya hecho nada, es posible que solo él haya actuado como si sus propias heridas hayan sido causadas por nosotros, y sin embargo, una vez más, tampoco nosotros le hicimos nada, tan solo “atacamos” defendiéndonos de una guerra que nunca existió entre nosotros, pues la verdadera guerra se encuentra en cada uno de nosotros: la guerra de encontrar la paz interior.
¿Y cómo nos creemos que podemos encontrar esa paz?. Aún sigo viviendo experiencias para integrar y averiguar donde realmente se encuentra esa paz, si en nosotros o en los otros.
Quizás no somos conscientes que damos el poder total de nuestra vida y de nuestro sentir a lo que los demás “hacen” con nosotros, obviando que realmente somos nosotros los que deberíamos mirar dentro para alcanzar la paz y la alegría de vivir y compartir con los otros todo nuestro ser, con heridas o con obscuridades, y con potenciales que nunca podríamos pensar que existían en nosotros.
Y cuando te miro a los ojos, a ti, bueno en realidad a mí, veo que soy igual que tú, y que deberíamos aunar nuestras fuerzas para comprender que todos estamos aprendiendo a vivir, que tú y yo somos los mismos seres en busca de encontrar el bienestar y la paz interior que todo ser aspira a obtener cuando llega a esta, su vida, la vida de ahora.
Y la honestidad hace su aparición cuando nos acogemos, nos abrazamos con verdadero amor a lo que somos, a lo que hacemos, a lo que decimos, porque tú y yo somos lo mismo… si, exactamente lo mismo, o al menos formamos parte de un montón de gotas que danzan en la vida al compás que ambos escuchamos. Y no es mejor y más hermosa tu gota que la mía, pues tú y yo formamos las gotas del Amor por la Vida.
Sí, así es, las gotas del Amor por la Vida, esa Vida con mayúsculas de la que todos los que transitamos ahora vivimos a la vez, a veces al unísono, a veces, a destiempo, a veces con reparos, a veces con envidias, pero también, a veces con verdadero Amor.
"Cuantas veces culpamos al otro por lo que nos hizo, o por lo que no nos
hizo, las famosas expectativas...y cuantas veces dejamos que nuestra
vida tome el rumbo de la falta de bienestar por ceder al otro la
responsabilidad y el poder de dárnoslo..."
Maje (María Jesús) Diciembre de 2014