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Las Abejas y la Salud


Salud gracias a las abejas

Pocos alimentos resultan tan buenos al paladar y al organismo como la miel. Favorece el sueño, actúa como bactericida y es más efectiva contra la tos que muchos medicamentos. Pero las abejas también nos brindan otros productos muy saludables. Por Juan Carlos Mirre


La dulzura de la miel producida por las abejas siempre ha sido objeto de destructivos actos de pillaje por parte de varios mamíferos, siendo los más famosos los depredadores osos. En cambio, los chimpancés, nuestros parientes primates más cercanos, pronto comprendieron que era más fácil, menos arriesgado y más rentable extraer la miel de la colmena utilizando un bastoncito en lugar de destruirla.

Por lo que respecta a los humanos, nuestros ancestros ya sabían organizar colonias controladas desde hace al menos 10.000 años, tal como demuestran los restos alineados de unas cien colmenas de cerámica fechadas en el año 8.000 a.C. en las excavaciones de Tel Rehov, en Palestina. En cuanto a nuestro país, en la cueva de la Araña –cerca del pueblo del Bicorp, al suroeste de Valencia– es posible contemplar una pintura rupestre que muestra a una mujer de hace unos 6.000 años recogiendo miel de una colmena salvaje que se encuentra colgada de un árbol.

Lo cierto es que aparte de sus virtudes alimentarias, la miel ya era conocida desde la más remota antigüedad por su carácter bactericida. Por ejemplo, era utilizada por los egipcios para evitar la putrefacción de sus momificaciones. De hecho, en algunas tumbas egipcias se ha encontrado miel en perfecto estado de conservación en vasijas con 5.000 años de antigüedad.

La miel de Apis mellifera es una solución sobresaturada de los azúcares fructosa (38%) y glucosa (31%) con un 17% de agua y otros 180 compuestos, entre ellos: 0,3% de proteínas, 1% de potasio, 0,1% de sodio, un pequeño porcentaje de vitaminas del grupo B y C y trazas de grasas, minerales, ácidos fenólicos, carotenoides, flavonoides, enzimas (especialmente catalasa y glucosa oxidasa), aminoácidos, hormonas y péptidos libres.

Clasificación

De flores. Las abejas transportan el néctar floral o extrafloral dentro de su buche y luego lo transfieren repetidamente de buche en buche de las obreras, hasta que éste queda transformado en miel, momento en que es depositado en las celdas.

Las propiedades terapéuticas de la miel son muy conocidas desde tiempos lejanos y están relacionadas tanto con los contenidos de sustancias procedentes del néctar floral como con las enzimas agregadas por las abejas durante todo el proceso de transformación.

Mielato. También recibe el nombre de mielada o “rocío de miel”. Las abejas lo elaboran a partir de una sustancia pegajosa muy rica en azúcar que secretan insectos áfidos como las cochinillas o los pulgones, que liban la savia de troncos de árboles y tallos de plantas. La sustancia es recolectada por la Apis mellifera y con ella elaboran una miel muy oscura, de fuerte sabor y aroma, muy apreciada en algunos países por su alto valor medicinal.

El 65% de la miel de Grecia es mielato de las abejas que liban las secreciones de pinos y abetos en lugar del néctar de las flores. En Alemania es también muy famosa la miel de la Selva Negra, un tipo de mielato procedente de coníferas.

Un estudio realizado en España sobre mieles de 36 orígenes distintos reveló que los mielatos tienen mayor poder antioxidante y contenido en polifenoles que la producida a partir del néctar floral. En nuestro país hay mielatos de encinas y alcornoques derivados de las segregaciones de áfidos que se alimentan de las bellotas y también mielatos de pinos y abetos, que se conocen como miel del bosque.

De meliponas
. La miel de las meliponas (abejas sin aguijón) se utiliza tradicionalmente en los países caribeños contra diversas enfermedades, pero no hay todavía suficientes estudios etnofarmacológicos que demuestren la efectividad real de esos tratamientos. Ahora bien, dos sorprendentes estudios han llegado a la conclusión de que algunas mieles de meliponas son efectivas en el tratamiento y prevención de las cataratas.

Usos terapéuticos

La miel actúa de dos maneras diferentes frente a las bacterias: por su carácter higroscópico –deshidrata las bacterias– y por contener la enzima glucosa oxidasa, que libera peróxido de hidrógeno (agua oxigenada), que es un potente bactericida. Pero, además, la miel contiene pequeñas cantidades de compuestos antioxidantes fenólicos y flavonoides.

Todas estas propiedades terapéuticas derivan del néctar floral, el líquido azucarado que producen las flores para atraer a los insectos polinizadores, o bien del néctar extrafloral (mielatos) producido por los áfidos.

Podemos afirmar que la miel tiene propiedades bactericidas (anginas de garganta, úlceras de estómago…), antiinflamatorias –mediante la aplicación de colirios de miel hidrolizada para la conjuntivitis– y regeneradoras o cicatrizantes (heridas tórpidas, úlceras…). Por otra parte, diversos ensayos han demostrado su efectividad en la curación de úlceras diabéticas. Muy importante teniendo en cuenta que cada 30 segundos una persona en el mundo sufre la amputación de una pierna por culpa del pie diabético.

Un trabajo llevado a cabo en el Pennsylvania State College of Medicine, en Estados Unidos, ha concluido recientemente que la miel ofrece mejores alternativas que los medicamentos convencionales para paliar la tos de los niños. Para la investigación se realizó un estudio doble ciego con placebo a un grupo de 105 niños de entre 2 y 18 años de edad, comparando los efectos de la miel de trigo sarraceno con otros medicamentos a base de dextrometorfano (opioide) o difenhidramina (antihistamínico con efectos sedantes), con clara ventaja a favor de la miel. Ahora bien, hay que advertir de que los bebés menores de 12 meses no deben tomar miel por el posible contenido de la bacteria Clostridium botulinum, ya que ésta puede afectar a su sistema inmunitario, todavía inmaduro.

En cuanto a su poder cicatrizante, el doctor A. Jull de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, realizó 19 ensayos clínicos controlados con miles de personas quemadas, a las que trató con miel. El resultado fue que ésta ayudó a incrementar la velocidad de cicatrización en la mayoría de los casos.

La jalea real
Es la comida constante de las abejas reinas, que viven hasta cinco años, en comparación con las seis semanas de vida de una abeja obrera, que solamente come jalea real durante loss tres primeros días de su existencia. La reina pone una media de 2.000 huevos diarios, es decir, más que su propio peso corporal. Todo esto nos da una idea del efecto potenciador del metabolismo, de la longevidad y de la fertilidad que tiene este alimento, ya que no existe diferencia genética alguna entre una abeja reina y una obrera. Precisamente, lo único que distingue a la primera es su alimentación a base de jalea real.

Lo curioso es que son las abejas obreras las que fabrican la jalea real. Lo hacen mediante la segregación a través de sus glándulas mandibulares de una mezcla de enzimas, agua, polen y miel. Su composición es 50% agua, 18% proteínas –muchas de ellas con propiedades bactericidas e inmunomoduladoras, 15% carbohidratos, 5% lípidos y 1,5% minerales y vitaminas, especialmente del grupo B. También contiene compuestos fenólicos que poseen propiedades antioxidantes, antibacterianas, antivíricas, antiinflamatorias y cardioprotectoras.

Los animales de laboratorio alimentados con jalea real muestran un crecimiento más rápido y alcanzan mayor tamaño, mayor actividad sexual y son más fértiles. Como prueba, varios estudios realizados en la India con conejos demostraron una disminución del colesterol y de la glucosa, así como un claro descenso de las placas de ateroma en sus arterias.

En el ser humano, este elixir estimula la hematopoyesis, la producción de colágeno, la circulación sanguínea y el metabolismo celular y, además, tiene una acción antitumoral. Según los expertos, promueve la juventud, la fertilidad y la regeneración de órganos, especialmente de huesos, sangre, piel y neuronas. Finalmente, la jalea real está muy indicada para los casos de agotamiento, anemias, envejecimiento prematuro y convalecencias seniles e infantiles.

El propóleo
Desde muy antiguo se sabe que las abejas momifican los cadáveres de los animales muertos que se aventuran dentro de la colmena. Después de matar al intruso, las abejas lo recubren con una sustancia resinosa que impide su putrefacción: el propóleo o própolis. Para elaborarlo, las obreras recogen en sus patas traseras las sustancias resinosas de las yemas de los árboles que posteriormente digieren y regurgitan, agregándole sus enzimas. Lo utilizan, sobre todo, para tapizar la celda de la reina, pero también lo guardan como material antibiótico para cuando sea necesario. Cada colmena puede almacenar hasta 300 gramos de propóleo.

En el propóleo se han identificado casi 300 compuestos: 50% de resinas, 30% de ceras, 10% de aceites esenciales, 5% de polen y 5% de otros compuestos orgánicos, entre los que destacamos los flavonoides pinocembrina y pinobanksina, los ácidos cafeico, benzoico, ferúlico y p-cumárico, y muy especialmente el fenil ester del ácido cafeico, con propiedades antiinflamatorias y antitumorales.

A diferencia de los demás productos de la colmena, el propóleo no contiene ni lípidos ni proteínas. Es un antibiótico natural que no afecta a la flora intestinal y también bactericida y antiviral. Actúa contra el herpes, el adenovirus, el polivirus y el rotavirus. Es también antimicótico, con buenos resultados frente a la candidiasis. A su actividad específica antipatógena se suma su acción inmunopotenciadora, que estimula los macrófagos.

El propóleo es, además, famoso por su actividad regeneradora, especialmente activa sobre los tejidos epidérmicos. Por esa razón es muy usado como ungüento sobre heridas tórpidas, úlceras, hiperqueratosis y dermatosis. También tiene acción analgésica, incluso superior a la novocaína.

Las abejas de la región brasileña de Minas Gerais fabrican el propóleo verde a partir de las yemas del árbol Baccharis draculifolia, que presenta propiedades medicinales. Éste contiene una molécula llamada Artepelin C que ha demostrado propiedades antitumorales. Por otro lado, su potente poder antioxidante podría ser efectivo para la prevención de las cataratas.

El polen floral
El polen vegetal o floral es un polvo ultrafino formado por partículas de milésimas de milímetro de diámetro que son los gametos florales fecundados y masculinos de las plantas. Las abejas lo transforman parcialmente después de recolgerlo de las flores y luego lo mezclan con su saliva (enzimas), confeccionando unas bolitas de casi diez miligramos de peso que depositan en sus patas para transportarlo hasta la colmena. Allí, el polen se almacena en celdas especiales que luego se cubren con miel y cera formando una reserva de alimento que se conoce como “pan de miel. De cada colmena pueden obtenerse unos cinco kilos al año mediante una trampa a la entrada de la colmena, que diariamente se limpia y se seca a menos de 40ºC de temperatura para evitar la fermentación.

El polen obtenido de las abejas es rico en proteínas –con los 22 aminoácidos elementales–, en vitaminas B, C, E y betacarotenos, en fitoesteroles contra la oxidación, en lípidos, en enzimas y en minerales, especialmente en selenio. También es rico en rutina, sustancias antibióticas y nucleótidos.

Aparte de su riqueza en aminoácidos –15 gramos de polen diarios cubren todas las necesidades humanas de proteína–, sus propiedades más destacadas son: antioxidante, antiinflamatorio, bactericida, antihistamínico, estimulador de la digestión y tonificador de la piel.

Algunos estudios han determinado un incremento de hemoglobulina en relación con su consumo, por lo que se recomienda para ciertos tipos de anemia. Además, varias investigaciones con ratones de laboratorio han permitido constatar su efecto anabólico y hematopoyético (15% de aumento de eritrocitos). Por su contenido en rutina es recomendable para problemas venosos: varices, hemorroides y edemas.

¿Qué es la Apiterapia?

La apiterapia se basa en el empleo de la apitoxina, un veneno que llevan las abejas en un saquito situado en la base del aguijón. Hoy en día es utilizada en muchos países para el tratamiento de enfermedades reumáticas y el asma.

Hipócrates ya mencionaba su uso y hay publicaciones científicas del siglo XIX que describen su aplicación. Su gran promotor fue el doctor Beck, un especialista en apiterapia que en el año 1935 publicó un texto que todavía hoy es considerado como el tratado clásico de apiterapia. Su discípulo, Charles Mraz, fue el promotor del uso del veneno de abeja en muy bajas concentraciones mediante inyecciones subcutáneas, si bien muchos terapeutas prefieren el uso de la picadura directamente.

En los casos de artrosis y artritis es usual seguir el protocolo natural: que la abeja clave su aguijón en la zona más afectada o dolorosa, reforzada con algunas picaduras en puntos acupunturales en la zona de la columna vertebral. La duración e intensidad del tratamiento depende del grado de cronicidad de la dolencia y de la zona afectada. Normalmente el paciente recibe de tres a 30 picaduras diarias en ciclos diarios o alternos durante unas 20 sesiones. Al principio siempre se produce una reacción de empeoramiento de los síntomas, acompañados de una notable inflamación en la zona tratada.

Los estudios realizados indican que la curación se debe a que el veneno provoca una regulación del sistema inmunitario exacerbado, devolviéndolo a un estado de equilibrio, además de estimular la corteza suprarrenal para secretar cortisol.

Los compuestos que contiene el veneno están aún bajo estudio, si bien ya se han identificado varias moléculas importantes, como la melitina. Se trata de un tonificante de las suprarrenales que aumenta la segregación de cortisol antiinflamatorio, al tiempo que bloquea las citoquinas inflamatorias. Otras son la adolapina, que libera opioides naturales antiálgicos, y la apamina, que mejora la transmisión nerviosa y la producción de dopamina. La función de la apamina es fundamental para los casos de esclerosis múltiple, ya que parece proteger la capa de mielina de los nervios. En realidad, existen otras muchas moléculas que ejercen acciones benéficas y, probablemente, otras que aún no han sido identificadas.

La apiterapia se utiliza de forma clásica para los problemas de articulaciones y ligamentos: artrosis, artritis, lumbalgias, discopatías, codo de tenista, túnel carpiano, gota, etc. Pero también ha demostrado efectos positivos en enfermedades autoinmunes: asma, colon irritable, esclerosis múltiple, espondilitis, fatiga crónica, dermatitis, psoriasis, lupus… En los países de Europa oriental se utiliza con éxito para el tratamiento de inflamaciones crónicas y varias neuralgias. Además, por sus propiedades vasodilatadoras y anticoagulantes, también puede aplicarse en casos de trombosis, arterioesclerosis y claudicación intermitente.

Aplicación de la apitoxina
Aparte de las picaduras directas de abejas sobre la piel, la apitoxina puede usarse en inyecciones subcutáneas (apitoxina diluida en suero con lidocaína), que tiene la ventaja de ser indolora, aparte de que así se controla mejor las dosis y se acortan los periodos de aplicación. La apitoxina se obtiene por electroshock de las abejas a la entrada de la colmena, lo que les hace perder una parte del veneno que se recoge en un recipiente y luego se concentra y purifica. De esta forma se obtienen grandes cantidades de veneno sin necesidad de sacrificar a las abejas, ya que así no pierden su aguijón. También hay preparados para su aplicación transcutánea mediante electroforesis y como ungüentos de uso tópico. Por último, las gotas del veneno preparado (BV-20) se utilizan usualmente contra la degeneración macular y el glaucoma.

Fuente: Revista Integral
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